La mayoría de los barcos ostentosos son de árabes. Ahí están el «Al Said» de 155 metros, del sultán de Omán; el «Dubai» (161), del primer Ministro de los Emiratos árabes; el «Al Salamah» (139), del príncipe bin Abulaziz de Arabia Saudí, con cien personas de tripulación (no tan guapos como los marineros de Tita Cervera en el «Mata Mua»), o el «Al Mirqab» (132), de la Jequesa de Qatar.
Muchos occidentales tampoco tienen el pudor del dinero antiguo. Carolina de Mónaco se chulea con el «Pachá III», pero en fino. Porque ya se sabe que para los ricos de toda la vida, el deseo de impresionar a uno que no lo sea es tan absurdo como un pavo real pretendiendo impresionar a un perro. Pavos son Paul Allen, cofundador de Microsoft con su «Octopus» (126 metros), el mejor local de fiestas durante el Festival de Cannes. O Larry Ellison, dueño de Oracle y el productor David Geffen, que comparten el «Rising Sun». Más viejo, el «Atlantis II», de los Niarchos. El legendario «Christina» de Aristóteles Onassis está al alcance de cualquiera que lo pueda pagar. Se alquila por unos 400.000 euros a la semana.