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El dominicano se engancha ahora a la política como anteriormente, cuando la dictadura de Trujillo, se metía a la guardia. La condición de militar o de guardia era la única manera que tenían de escalar socialmente. Los guardias sureños incluso dejaron para la posteridad un lugar que durante los períodos de enganches fue bautizado como "La Lista", porque allí -próximo a Duvergé- eran puestos en 'fila india' por una comisión militar que hasta allá se desplazaba para evaluar las condiciones físicas de los candidatos a guardias: edad, tamaño y la depuración política de sus padres, hermanos, tíos y hasta de sus vecinos.
En "Venga a ver", un caserío más poblados de chivos que de humanos, nació la célebre frase dicha por una mujer cuando dio a luz su hijo varón: ¡Un guardia para Trujillo!
Ahora, con el devenir de los años y la cualquerización de la política, los dominicanos han aprendido otra manera de tener poder y abolengo, que ya en la guardia no hay, y es enganchándose a políticos.
Y en cierta manera tienen razón, porque ¿qué es lo que han aprendido en las últimas décadas? Llegar a convertirse a regidor, alcalde, diputado o senador, según su capacidad económica y sus agallas, para arribar a una posición del Estado y cambiar de estatus.
Hacerse rico desde una posición pública es la consecuencia directa del oportunismo y trepadurismo, a pesar de las manifiestas ineptitudes o evidentes taras para asumir un cargo electivo y legislar en beneficio del conglomerado que lograron engañar, a través de prebendas o hablándoles mentiras, para que votaran por ellos.
Y así vemos cómo se ha desatado en este año preelectoral esta pandemia de bandidos y bandidas que, como el toro busca a la vaca, se han lanzado en una alocada carrera por llegar a ostentar una posición electiva.
Razón, sin embargo, tendrán los que aspiran, porque ese es el camino que trillaron otros antecesores suyos para repartirse el poder como si fuera una garata con puños.
Lo execrable, lo repudiable, lo vil y descarado de estos aspirantes que saturan espacios públicos, no es que no ejerzan el derecho legítimo de elegir y ser elegido, sino que, a sabiendas de que la población los ve como gatos barcinos buscando el "tajo" encima de la mesa, falsamente se creen que son vistos como santos, y que los votantes son tan tontos como para dejarse engatuzar otra vez con prebendas, funditas de alimentos y promesas que nunca se materializan.
Y este traje no sólo es para los peledeístas, perremeístas, perredeítas, reformsitas, aliancistas y toda es caterva de sinvergüenzas que ya porque la guardia no es un oficio que deja, ahora son enganchados a políticos. Si esta es la clase política que aspira, ¡nos jodimos! (Tony Pina)

Autor Tony Pina

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