El efecto contagio de la deposición del presidente Ben-Ali de Túnez, por la fuerza popular de las protestas se está asentando con solidez en Egipto. Los expertos señalan que el país, dirigido desde hace tres décadas por Hosni Mubarak, no tiene la misma situación y es difícil que ocurra algo parecido allí. Se trata de un estado vasto, con 80 millones de habitantes, con un nivel cultural menor y, sobre todo, con apoyos claros del mundo occidental.
Sin embargo, ante el tono creciente de las protestas de los últimos días el gobierno ha optado por tomar medidas drásticas. Si el martes ya bloqueó Twitter para cortar una vía para la organización de los ciudadanos, el viernes, justo a partir de medianoche, el acceso a Internet ya no es posible.
Egipto ha optado por esta censura radical para evitar la organización del descontento popular después de la oración del viernes. Lo que queda por ver es cómo va a reaccionar una masa inquieta de 80 millones de personas sin un medio para comunicarse los unos con los otros. Ni entre familiares ni entre amigos ni entre vecinos hay hoy en Egipto otra forma para comunicarse que el contacto personal.
Con el país en esta situación, aunque sólo sea para saber cómo se encuentra un familiar, la gente saldrá a las calles y en ellas es posible que se encuentre grupos de personas yendo de un lado para otro sin un objetivo claro. Si estos grupos se juntan uno con otros no parece descabellado que decidan acudir a los edificios para pedir explicaciones.
Todo esto no deja de ser especulación y sobre todo habrá que esperar al resultado de la oración del viernes, ya que la mezquita se ha erigido en el único punto de reunión para la población tras el corte de comunicaciones
fuente www.readwriteweb.es